EL INICIO DE MI CAMINO LECTOR [memorias]
Por Hugo Colmenares
En el “Congreso de Escritores de Literatura Para Niños, Adolescentes y Jóvenes”, en el 2018, que se celebró en Valencia, Venezuela, mediante la organización de la novelista y ensayista Laura Antillano, se me pidió que hablara sobre el inicio de mi camino lector. Un buen motivo para viajar en contra del reloj y los almanaques para llegar a la memoria de la infancia, que tiene como escenario personajes y voces de Catalina de los Vientos.
Todo ese magnífico universo se inició adquiriendo historietas de El llanero solitario, El charrito de oro, Santo El Enmascarado de plata, Gene Autry y novelitas de vaqueros del oeste, en la heladería de Régulo Moreno. Luego me gastaba todos los centavos en comprar cromos, estampas o barajitas de los álbumes sobre Historia antigua, Vida de Simón Bolívar; Banderas, vestidos y comidas del mundo, como también sobre las Películas que hicieron historia.
Por tanto, he creído que a Régulo Moreno le debo mi agradecimiento por la confianza y los fiados que anotaba en un cuaderno. Para honrar esa deuda me iba con mi hermano Oscar al mercado a ayudar a las señoras a llevar sus mochilas pesadas y llenas de vegetales y carnes frescas que chorreaban nuestras camisas. Eso sí, las recompensas daban para ir al cine, arreglar cuentas con Régulo, y estar peinados en el Teatro Gandica o el Cine Jáuregui, del domingo a las 2 de la tarde.
Ese mundo entre lecturas, curiosidades y deseos de tener muchas historias en manos nos llevó a establecer una amistad de mejores amigos con don Angelito Duque Romero, el ilustre fundador de la entonces Librería El Porvenir, en la calle 3 con carrera 9, frente a la casa de dos maestras mal olvidadas, como lo fueron las humildes María y Carmelita Noguera.
Primero íbamos los sábados y domingos, a las 7 de la mañana, cuando él colocaba en nuestras manos un fajo de Almanaque Rojas hermanos, donde se leía, día por día, el santoral católico, las fechas patrias y el onomástico de nuestros héroes, científicos y humanistas del mundo. Allí se hacía una relación de los pasos de la Luna, las estaciones y la edad para la agricultura en los valles y páramos de Catalina de los Vientos.
—Le voy a regalar un libro, pero lo lee sentado ahí mismo, en la entrada de la librería. ¿Cuál le gusta? —Me dijo con entusiasmo el gran librero don Angelito.
—Me gusta este…
—Hable, hable… dígame el título y el autor…
—Genoveva de Brabante… novela… Christoph von Schmid…
—Tome las llaves y abra la vidriera, saque el libro sin hacer daños… con cuidado.
Al sábado siguiente ya yo había leído la novela que hablaba de «un anillo, una esposa acusada falsamente…»
Luego, a más de medio siglo de recuerdos agradecidos, entiendo que esa obra fue escrita por el teólogo alemán Johann Christoph Friedrich von Schmid (1768-1854), quien escribió para la infancia de su época.
Luego, Angelito Duque me prestó la novela Cumboto del venezolano Ramón Díaz Sánchez, que tiene como escenario a las tierras de Puerto Cabello.
En los inicios de la Escuela de Música Santa Cecilia, de Catalina de los Vientos, la secretaria era la señorita Elba. No recuerdo su apellido. No sé si ella fue maestra, pero sí me consta que en su habitación, en la casa de la familia Apolinar Mansilla, tenía una biblioteca de novelas francesas, alemanas, rusas y estadounidenses traducidas al español. Ella me regaló un pequeño libro de cubierta en tela negra y letras doradas: Retórica del discurso.
Recuerdo que la señorita Elba me dijo: “Si lee aprenderá a hablar con elegancia”. Esto se me quedó en mi memoria hasta el radiante y gozoso día de hoy. Ella pertenecía a la Legión de María, y viajaba todos los años a Bogotá para asistir a retiros espirituales. De allí traía libros. Ella, al tiempo, era una señora mayor y sus vestidos los trazaba o hilaba en reparación, María Inés Urbina.
No puedo olvidar que en otra inolvidable casa, tal vez la más humilde a la redonda, encontré muchas lecturas de historietas y una afición emotiva hacia el cine blanco y negro mexicano, por aquellas películas de bandidos, villanos, galanes, gallardas cantantes y primeras actrices; además de los gladiadores de la lucha libre y el repertorio de películas policiales.
Esa casa es la de los fabricantes de chicha fermentada, como lo eran Amable y Úrsula. Con sus hijos Ramón, Teófilo, Félix, Hipólito y Enrique, las lecturas de historietas eran durante horas, como para olvidar los cuadernos escolares.
En ese tiempo la lectura me atrapaba. Nos llevaba a los cuentos Mares del sur, del novelista Jack London.
En mi casa (la pequeñísima morada de mis primeros años) no había dinero para comprar libros en las mejores librerías de San Cristóbal (Venezuela) y Cúcuta (Colombia). En ese tiempo no tuve noticias de autores clásicos ni colecciones con letras plateadas y líneas doradas.
Igual, la atracción o búsqueda por novedades ya estaba en mi plan. Solo bastaba unos veinte pasos para entrar por la puerta grande de la jamás olvidada casona de mi amigo de la primera infancia: Carlos Alberto Ramírez Roa.
Allí, en la mesa del comedor de la sala principal o del recibo, había libros de gran formato con tapas de cartón y páginas a todo color. Allí tuve –al alcance de mis manos– la vida de los genios de la ciencia, los viajes por los mares del mundo, las antiguas civilizaciones, grandes novelistas, vida y obra de los pintores, historia del cine, arquitectura desde la antigua Roma; medicina, deportistas, las mujeres en la ciencia.
Esa casa me acariciaba –pues nos ofrecía un patio grande cubierto con ladrillos rojos– mediante un jardín con fuente y violetas que podaba todos los sábados una señora risueña, quien envolvía su cabeza con pañuelos de colores.
El primer libro (revista internacional) que leí desde la portada hasta la última página fue Libro juvenil de selecciones, del sello editor Selecciones del Reader’s Digest, Madrid, 1964. Este impreso ahora lo vuelvo a tener como un preciosísimo tesoro, gracias a una generosidad familiar.
Entre los temas registrados por la revista Selecciones recuerdo: “Altamira: El museo de arte más grande del mundo”, “Nadie es dueño de un gato”, un estudio de Margaret Cooper Gay; “La aventura de la banda de los lunares”, cuento por Sir Arthur Conan Doyle; “Isaac Newton, explorador del universo”; “Marcel Marceau, el rey de la pantomima”; “Luisa May Alcott, una vida de heroísmo” (esta mujer es una gran escritora, la autora de la novela Mujercitas); “Alberto Santos-Dumont, pionero de la aeronáutica: un temerario y genial brasileño demostró al mundo que el hombre podía volar”; un reportaje de Marlon Lowndes; “La vida prodigiosa del árbol”, por Donald Culros Peattie; y entre otros artículos: “el maravilloso mundo de la filatelia”.
Por estos caminos y emociones inicié mi camino lector. Así fue que por Bs real y medio (tres cuartos de un bolívar) le compré al fabricante de ataúdes y sillones, Evangelista Parra, un cajoncito de madera donde venían velas, el cual me sirvió para guardar libros debajo de mi cama.
Así se fueron construyendo esos puentes, esos vuelos, y luego, al paso me hice amigo de librerías y, en especial, de escritoras y escritores, con quienes tengo un pacto de jamás traicionar, como es garantizarnos el abrazo y la amistad.
Allá en Valencia del Rey solté estas palabras que se hicieron al vuelo.
Catalina de los Vientos, lunes 28 de febrero, 2022
Hugo Colmenares. Periodista egresado de la Universidad Central de Venezuela y escritor de literatura infantil. Algunos de sus libros son: La afinación de Gato Viejo y otros cuentos encantados del Cuatro, ganador del concurso Cuatro Cuerdas una Patria, 2014, convocado por el Centro Nacional del Libro, Cenal; La gata Goda, El tigre Zafiro Andaluz, Monigote Pamplinas y los dioses engatusados, El viejo Almacén del maestro Rahoz. Colmenares ha recibido mención de honor en el Premio Internacional Enka, Colombia, por la novela para niñas y niños Cayena la vaca que estornudaba. Premio COFAE de la Contraloría General de la República, por el libro de cuentos Los miedos de tía Altagracia. Ganador de la Bienal de Literatura Infantil Manuel Felipe Rugeles, con el libro de cuentos Los pájaros del relojero, 2018. Desde 2013 hasta la fecha ha sido redactor, coordinador de redacción y en la actualidad director de la revista escolar Tricolor del Ministerio del Poder Popular para la Educación.