Cuando huir es imposible. Apuntes sobre el bautizo del libro “El viajero que huye” de José Bracho Reyes
Por Mercedes Chacín
Dannybal Reyes dijo en Unearte, en la Sala María Luisa Escobar (donde se bautizó por segunda vez El viajero que huye, de José Bracho Reyes, publicado por Senzala Colectivo Editorial), que no iba a hablar del libro porque ya Marialcira Matute lo había hecho, y porque Yanuva León, Jhonny Balza y el autor se encargarían de ello en los momentos siguientes. Yo, que no he leído el libro, por tanto tampoco lo he corregido ni editado ni nada que se le acerque, me dedicaré a plasmar en tres tiempos la sensación que me produjo el ser humano escritor.
La primera vez que lo vi solo puso su atención en el café. Su entusiasmo fue tal que se sumergió sin límites a disfrutar de una cita a la que se entregó con alegría infantil. No se ocupó de nada más en el par de horas que visitó El Cuchitril Café-Bar, de Gradillas a San Jacinto, para presenciar una clase de barismo. Mi displicencia nerviosa por eludir la inminencia de una inauguración, no impidió “catar” su interés por una infusión que está muy cerca de ser una estimulación perfecta y deliciosa de los sentidos.
La segunda vez dijo (en un lugar del este de Caracas hermoso y frío) que no se considera un escritor sino un conversador lo cual hace que estas líneas estén cargadas de un registro real y fidedigno pues la “maleta sin candado” que es el libro El viajero que huye, según Marialcira Matute, será leída para otros fines.
La tercera vez vi a un tipo colgado de unos tirantes malcriados y “pantalones brincapozo” (como se dice en Altagracia de Orituco, donde la concordancia no existe) que dijo, sin que se le aguara el ojo, que nos haría confesiones “tan íntimas como un hongo vaginal”… y ahí mismo sentí un escozor interno que aún no logro explicar. Ese mismo hombre, que además de ser doctor en artes, músico, diplomático (embajador de Venezuela en Turquía) amante del café, cantante y zuliano, contó que es hijo de una “mulata comecoco de Cabimas y de un añú”, ese mismo, también intentó convencernos leyendo un texto (de su libro) que huyó de Maracaibo para siempre, lo cual desencajó el rostro del paisano del alma e hizo sonreír al entusiasta editor. Tal vez porque crees que la crítica al título de un libro es inconveniente cuando la mueve la desazón.
Casi logras convencernos… hasta que el taller de música F27 hizo coro para describir con notas y poesía una gaita en la que tu voz fue el más bello acto de amor que estos ojos hayan visto para un terruño. Es imposible huir de eso, Cheo.