Lectio

Abrir un libro es iniciar un diálogo con el tiempo. Un diálogo donde las palabras encuentran resonancia en la memoria, en el espíritu del lector y del libro: la lectio libri de Michel de Certeau. ¿Y qué es? En su obra, la lectio libri no es solo un acto contemplativo; es una batalla contra el silencio y el olvido que amenaza con devorar las historias e, implícitamente, la esencia misma del lector.

Tengo que confesar que este concepto es un regalo de mi queridísimo editor, mientras iba subiendo el páramo vía Mérida, que me hace advertir, entre el frío y la carretera infinita, que la lectura es una acción que transforma. Pues, según De Certeau, leer es navegar por rutas que hacemos nuestras. Para Bolaño leer es como “enamorarse de algo irremediablemente”; no solo leemos para comprender, sino para entendernos. Leer comporta una expansión de nuestra humanidad.

Eso es Lectio, un espacio donde los libros reseñados no serán solo obras comentadas, sino mundos por los que viajo y que me han dejado huellas: obsesiones, gustos y la inevitable manía de relacionar toda lectura con la vida. En cada reseña habrá rastros de mis pensamientos, de las preguntas que un texto despertó en mí, de las obsesiones que no logro abandonar.

Una de mis motivaciones con Lectio es explorar cómo ciertos libros nos invitan a luchar contra el olvido. Michel de Certeau describe el acto de lectura como un movimiento de resistencia frente al paso destructor del tiempo, donde el lector, lejos de ser un receptor, construye significados y recuerdos al recorrer las páginas. Esta idea se complementa con la reflexión de Jorge Volpi, quien sostiene que “toda literatura digna de ese nombre aspira a construir memoria”. Es decir, el acto de leer es un intento por preservar los fragmentos de aquello que podría desvanecerse.

Lectio también es un espacio para reflexionar sobre los gestos propios del lector y las huellas que los libros dejan en su vida. Este acto de leer, que parece tan simple, tiene la capacidad de transformarnos. Nicole Krauss lo confirma, pues: “Leer no es un proceso estático; al contrario, sucede dentro del flujo de la vida, y lo transforma”. La intención aquí es rescatar esa fluidez, ese encuentro entre el texto y nuestras propias historias.

Por supuesto, Lectio no sería un espacio genuino si no reconociera el placer irracional de leer. Idea que se refleja en las manías de cada lector y, en esta oportunidad, las mías: las subrayadas obsesivas, las notas al margen, las páginas marcadas con dobleces. Así lo aprendí de Coetzee, al comparar la relación del ser humano con las obras y cuestionar cómo las experiencias vividas, en cada lectura, afectan nuestra interpretación de las palabras, transformando la lectura en un acto irrepetible.

El corazón de Lectio es justamente ese: lo único de cada experiencia con un libro. Cuando releo obras que me han marcado, como Hombre lento de Coetzee o La tejedora de sombras de Jorge Volpi, descubro cómo cada lectura me cuenta algo nuevo sobre mí mismo. El libro, en ese instante, se vuelve un espejo con la habilidad de convertir historias en reflejos de lo que nos duele, nos define y, a veces, nos esperanza.

Cortázar decía que leer es un salto de fe. Esa entrega total a las palabras es lo que define este espacio, donde los libros reseñados no solo son analizados, sino habitados.

No es una coincidencia que tantos grandes narradores concuerden en que leer, más que una actividad, es un acto de resistencia, como lo confirma Volpi: “La literatura lucha por no desaparecer en medio del caos”.

En cada reseña, en cada libro comentado, intentaré mantener viva la chispa que convierte al lector en creador.

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