Sobre los movimientos de una invasión
Hay un dolor en las pieles que no se puede fingir. Hay un hambre, histórica e inoportuna, que se cuece en las memorias genéticas de una especie condenada antes de su propia existencia. Hay un amor, romantizado o no, que se eleva sobre la sangre, sobre las aguas, sobre los cañaverales y se vuelve sexo, lealtad o venganza.
La capacidad del autor de llevarnos en un recorrido sensorial es uno de los atributos más característicos de La invasión y otros breves movimientos, del escritor venezolano Juan Manuel Parada, quien con maestría nos introduce en un viaje por conocidos senderos de la cotidianidad. Esa virtud de poder hacer vívido el calor, el hambre o el miedo se contrasta con la ternura, la desazón y las encolerizadas voces de las contradicciones de una sociedad injusta, pero en franca lucha por el devenir.
Juan Manuel nos presenta una obra sinfónica con movimientos telúricos que se abren paso desde la ruralidad de los campos de una Venezuela del siglo XX, para mofarse de los antihéroes de la sociedad, al tiempo que retrata las tragedias políticas y sociales haciendo un fino uso del humor hasta desembocar en el absurdo.
Como si se tratase de una obra para orquesta sinfónica, el primer movimiento es portador de un Tempo Allegro y una intensidad rigurosa, con imágenes poéticas sólidas signadas por una rítmica simétrica y una polifonía de voces graves. La clave de este movimiento es la percusión: el corazón como tambor de guerra y el andar unificado de las botas.
El segundo movimiento tiene un Tempo Moderato. El coro toma protagonismo en los discursos, el patetismo y el hambre son signos que se desprenden de los vencidos, de los derrotados, de los vulnerables, aquellos que se han quedado sin más defensa que la deshonra. Este movimiento termina con un giro armónico interesante, pasando por un relato épico, venciendo el hambre y el deshonor. Destaca el final de este movimiento como un solo de Corno.
El tercer movimiento es más experimental, el tempo es dinámico, entre Andante y Moderato, una fuga que se inserta en las cotidianas vidas de la ciudad. Este movimiento es un ejercicio lúdico, es una postal tras otra, es un vendaval de desencuentros amorosos. La vida en una fuga de sangre y tedio. La melancolía de las cuerdas.
En forma de allegro o rondo-sonata, el cuarto movimiento conserva un discurso clásico. Las voces se suceden en giros bien cuidados, mientras los personajes recuerdan los sonidos de los instrumentos viento-madera: rozando lo mágico, pero inscritos en los contextos realistas planteados desde el principio de la obra. Esa influencia del realismo mágico o de lo real maravilloso nos da la sensación de lo onírico en los cuatro cuentos que constituyen este movimiento.
El último movimiento, el quinto, se presenta en tempo scherzo, imponiendo su talante lúdico y episódico. Se trata de un conjunto de instantes, cambios modales y aceleraciones del tempo que recuerdan el universo que va dejando atrás la obra, a la vez que se constituye con vida propia. Este movimiento consolida la premisa de lo súbito, la economía del lenguaje, pero sin dejar de lado el vuelo poético que lo hilvana. El atrevimiento es una constante y las voces resuenan como metales.
El compositor de esta obra, o el autor, si prefiere, deja en manos del lector una propuesta cargada de una musicalidad estética que no se riñe con la profundidad filosófica que acompaña la vida de sus personajes. Querido lector, sea usted bienvenido al fascinante universo del escritor Juan Manuel Parada.