El poeta y gestor cultural Dannybal Reyes Umbría impulsa la Agencia Literaria del Sur (ALSur)

Por Nelson González Leal

Fuente: Contrapunto.com 

El papel del agente literario, el rol de Venezuela en las ferias internacionales de libros, la falta de proyección de nuestra literatura, son los temas que apuntala Dannybal Reyes, uno de los creadores de la Agencia Literaria del Sur.

En septiembre de 2012 la Agencia Venezolana de Noticias (AVN) publicó una nota donde informaba sobre la oportunidad que se le abría a los escritores venezolanos con la activación, por parte del Centro Nacional del Libro (CENAL), de la Agencia Literaria de Venezuela. Según la nota, la ocasión de proyectarse en el mercado literario internacional estaba abierta mediante la plataforma gestionaria de esta agencia, que ya había logrado publicar en una edición bilingüe español-alemán el libro Somaris, de Gustavo Pereira, y además tenía “en su cartera otros dos títulos de escritores venezolanos traducidos al inglés y, al menos, tres en proceso de negociación”.
No sabemos a cuántos escritores venezolanos animó (o ilusionó) esta noticia, pero lo cierto es que la breve lista de autores que se reveló en aquella nota llevaba nombres muy reconocidos en el ámbito literario nacional y, sobre todo, vinculados a los supuestos ideológicos y programáticos del Gobierno bolivariano: Laura Antillano, Luis Britto García, Luis Alberto Crespo, Ramón Palomares, Wilfredo Machado y Gabriel Jiménez Emán.

Las preguntas que surgieron entonces —y que se mantienen aún— se relacionaban con la disposición de esta oportunidad para creadores jóvenes de demostrada calidad literaria y para escritores que no estuvieran vinculados o no simpatizaran con los preceptos del Gobierno. La respuesta inmediata a estas interrogantes está en la propia plataforma web del CENAL, donde se describe la agencia literaria. Allí el asunto de la oportunidad para jóvenes creadores se resuelve al indicar que la representación se hará sobre escritores “cuya obra haya recibido reconocimiento y valoración en el acervo literario del país”.

El segundo asunto, que se relaciona con la máxima democrática de la igualdad de acceso a las oportunidades, presenta una vaga respuesta en el párrafo segundo al establecer que la representación se hará además sobre “autores y autoras cuyas publicaciones, premios obtenidos, trayectoria y compromiso con el país y la literatura son de mérito indiscutible”.

Previo a la Agencia Literaria de Venezuela creada por el CENAL hubo intentos importantes de carácter institucional, como los realizados por Monte Ávila Editores mediante los convenios con el Fondo de Cultura Económica de México, y también emprendimientos particulares de gente que creyó en la posibilidad de negocios para un agente literario de origen criollo. Uno de estos emprendimientos surge hoy bajo el nombre de Agencia Literaria del Sur, bajo la iniciativa de Dannybal Reyes Umbría, poeta y gerente cultural venezolano que condensa 20 años de trayectoria en el sector libro, desde que comenzara como librero adscrito a la antigua Red de Librerías Kuaimare.

De este primer inicio Reyes Umbría avanzó en pasos gerenciales que lo llevaron a la Presidencia de la Fundación Librerías del Sur, luego de pasar por la editorial El Perro y la Rana y el propio Centro Nacional del Libro, lugares que le proporcionaron la oportunidad de viajar como representante del sector a las importantes ferias internacionales del libro de México, Colombia, Argentina y algunos otros países.

Para la creación de la Agencia Literaria del Sur (ALSur) Reyes Umbría parte de la convicción de que “los creadores también somos un agente económico”. Y se afianza en la experiencia de otros países donde escritores y otros creadores llegan a tributar al PIB entre el 6 y el 12 %. “Y siempre ha sido así” —asegura— “pero nosotros no lo vemos de esa manera, y claro como el Banco Central ni siquiera nos tiene visibilizados, quiere decir que ‘no estamos produciendo’. Pero resulta que cuando uno empieza a revisar las estadísticas y el movimiento de los grandes centros del mercado cultural, vemos que solamente en el ámbito editorial España produce casi 2 mil millones de dólares en libros, y Latinoamérica representa el 74 % del consumo de esos libros. Eso quiere decir también que somos su gran mercado”.

A partir de allí iniciamos este diálogo con uno de los creadores de la ALSur, un proyecto que ofrece “enlazar a autores de pulida pluma, en especial nuevos talentos, con editoriales de prestigio y también con editoriales independientes, medianas o pequeñas, que llegan a lectores específicos, a través de acuerdos que convienen a todas las partes”.

—¿Qué garantía existe para que esta oferta se cumpla, justo en un momento tan crítico para la economía venezolana?

—Creo que este es el momento. Nosotros perdimos varias oportunidades, pero eso no significa que el mundo no siga. Si uno saca las cuentas del plan de publicaciones que el Gobierno hizo, nos damos cuenta de que de cada 100 libros que editamos, hay como cinco argentinos, cuatro mexicanos, dos colombianos, cuatro españoles. Lo vemos sobre todo en las colecciones políticas y en narrativa. Y en las ferias celebramos —y celebraremos, porque eso es complementario— que vengan la mayor cantidad de editoriales. Y les compramos también. Y aunque en la última feria no vinieron —no pudieron venir por el asunto de las divisas—, estas editoriales han asumido al lector venezolano como un lector de buen gusto.

La experiencia del consumo de libros en Venezuela es impresionante para ellos también. Las colas que se hacen para conseguir, por ejemplo, Siglo XXI, son fenómenos que ni siquiera en su país de origen se dan, y eso por los precios que son muy competitivos. Entonces, tenemos un público lector de buen gusto, formado ya, y una buena literatura, porque en Venezuela tenemos buena literatura, tenemos autores como para Siglo XXI, para Planeta, e incluso para otras editoriales bien posicionadas en sus países, quizás no internacionales, pero sí de mediano porte.

—Venezuela ha asistido a las ferias internacionales del libro más importantes de América Latina: Guadalajara, Buenos Aires, Bogotá, y sin embargo nuestros escritores no tienen una importante presencia en las grandes editoriales de estos países. ¿Por qué no se ha logrado la inserción significativa de nuestros escritores en los catálogos de las editoriales que negocian en estas ferias?

—El punto es que nosotros viajamos para comprar, para traer, para buscar derechos y publicar autores extranjeros, pero en las ferias internacionales nunca dijimos “si yo te compro, por qué tú no me compras”, o “si me lees, te leo”.

Nuestra experiencia en las ferias internacionales se mueve más o menos así: llegamos, leemos y más nada. En cambio cuando llega un poeta mexicano, varios meses antes ya ha llegado la editorial donde publica, representándolo y cuadrando negocios para una próxima edición. Nosotros estamos entre cuatro horas o tres días y ya, y además nos han llevado casi como si fuera un favor. Hemos estado muy alejados de todo ese esquema de negocios editoriales, hemos asistido a 17 ferias internacionales y nunca participamos en las mesas de negocios, y cuando llegamos a ir lo hicimos para comprar.

—ALSur apuesta por los nuevos talentos, esto podría ser una especie de inversión de riesgo si lo comparamos con otras agencias que optan por trabajar con nombres ya consolidados.

—Cuando comenzamos el proyecto, con toda la angustia de ver si esto funciona, comienzo a llamar a diversos escritores, y me doy cuenta de que así como nosotros tenemos aquí escritores contemporáneos que ya tienen obra trabajada, alguna novela, un par de libros, algún premio ganado, por distintos motivos, por haber nacido en la periferia, por estar políticamente de un lado o de otro, no han tenido la debida proyección nacional y mucho menos internacional. Te puedo nombrar dos: Sol Linares y María Alejandra Rojas, que tienen menos de 40 años y están consolidándose. Pues así mismo en un país como México sucede que existe este fenómeno. Yo hablé con los amigos que tengo en México y en Argentina para explicarles el proyecto y al preguntarle si habría escritores que tuvieran esas condiciones, me nombraron a varios, y me aseguraron que se sumarían al proyecto trabajando la parte de los autores. Y eso fue lo que hizo Carmen Barcells, a la que llaman la creadora del boom latinoamericano.

—Es decir, escritores hay, más allá de los muy reconocidos.

—Claro, los escritores están, lo que hay es que tener la visión para ver simultáneamente lo que se hace en Colombia, en Argentina, en México, en Venezuela, y revelarlo. Eso puede ser un constructo, como lo que hizo Barcells con el boom, pero bueno, es válido. Yo creo que ahorita estamos en un momento bien interesante, porque de los contactos que tengo a cada momento me llegan propuestas para lectura. Entonces hay una cosa interesante, solo que no avanzamos, y eso también tiene que ver con que no nos leemos a nosotros mismos. Predomina ese eje de que para que te lean aquí, tienes que llegar a España primero, pero España decide publicar o colocar dentro de sus catálogos de publicaciones apenas al 3 % de autores latinoamericanos.

—¿Y será que interesa afuera lo que esos escritores que abundan tengan que decir?

—Mira, todo el mundo quiere saber lo que está sucediendo aquí, porque aquí se está jugando el despeje de muchas cosas, y la realidad política y socio-histórica impregna el imaginario de los escritores. En este sentido te puedo decir que ya hemos llegado a un acuerdo con editoriales de Turquía para un intercambio de representación, de Cuba ya nos pidieron dos novelas, también de Argentina.

—¿Toda la literatura venezolana está impregnada de ese imaginario que puede interesar a todo el mundo afuera?

—Hay dos literaturas ahorita. Una literatura venezolana que se está posicionando, detrás de la cual hay todo un lobby político, y que presenta a Venezuela como un país amainado y triste, y bueno, esa es su realidad, con mucho de ficción y algunos elementos veraces, pero es su realidad. Y otra que está creando una cosa maravillosa, desde una literatura despersonalizada y que sobre todo no busca culpables. Hay una literatura venezolana que está buscando un culpable de lo que le sucede al ser humano y a la sociedad, y otra despersonalizada que simplemente está mostrando al ser humano, esta última es la más rica y no deja de ser una literatura política, esa es por la que nosotros vamos.

«La no importación también ha hecho que nos miremos a nosotros mismos»
—¿Y esa es la que interesa al mercado editorial internacional?

—El mercado tiene dos intereses. Hay una gente que está escribiendo para 400 mil venezolanos que están fuera, y que editan 3 mil o 4 mil ejemplares, y se los van a comprar, porque hay un mercado venezolano que está afuera y que se ve allí, se identifican con esa literatura y se celebra.

Hay otros lectores que no quieren ver una literatura política en ese sentido, pero si quieren ver al sujeto afectado. Bueno, en ese tipo de literatura tenemos ahorita cuatro o cinco escritores interesantísimos, sin dejar de ser festivos, sin dejar de manejar el buen humor y la crítica. Esa es una literatura que se parece más a lo que somos, más real, con inclusión de las dos realidades o más de dos que vivimos. Y hay editores interesados, porque sospechan que los lectores quieren ver eso.

—Dentro de Venezuela parece haber también editores interesados, pues pese a la crisis económica que atravesamos han surgido nuevas pequeñas editoriales y se están editando libros, con títulos hasta más interesantes que los ofrecidos por las grandes editoriales nacionales.

—Mira, hay que ser sinceros, lo que para nosotros fue una gran fiesta con el surgimiento de El Perro y la Rana, donde vimos compañeros que publicaron y muchos nuevos libros, con precios regalados, nos benefició como sociedad lectora, pero al sector editorial y a la incipiente industria del libro, los debilitó. Yo mismo tuve una pequeña editorial, que no puede sostener, porque me costaba 100 bolívares producir un libro y tenía que competir con un libro de Gustavo Pereira vendido por 5. Eso fue mortal. Yo vi más de 20 proyectos editoriales en toda Venezuela fracasar, y aquellos que se han mantenido bajaron su producción, y siguen casi que por corazón.

Y hay que considerar también que existe una especie de liberación del precio, imprimir está caro, y yo creo que el lector venezolano superó ese techo que fue muy fuerte del libro casi regalado, que no tiene valor comercial, etc., sin desconocer, por supuesto, que la lectura es un derecho que debe defenderse, y ahora están pagando, incluso en las librerías modestas. Antes era imposible ver en las Librerías del Sur libros a 5 mil o 10 mil bolívares, hoy los puedes ver, y los están pagando.

—También tendrá algo que ver con eso la escasez de opciones en cuanto a títulos. La falta de divisas restringe la importación.

—Sí, claro, pero la no importación también ha hecho que nos miremos a nosotros mismos. Incluso algunas editoriales transnacionales, como Alfaguara o Planeta, están publicando más venezolanos acá, porque bueno, hay una crisis, pero también hay quienes saben aprovecharla bien. Además aquí ya se creó la necesidad de lectura, hay gente que se acostumbró a leer, y hay un público que dice “lo siento, no hay esto, lo voy a buscar”, como pasa con los alimentos. Hay gente pagando alimentos a 6 mil y a 7 mil bolívares, que antes pagaban a 200 bolívares. Entonces a algunas editoriales se le ha hecho rentable, a pesar de los costos, porque están teniendo retorno, quizás imprimiendo menos libros, pero venden lo que publican a precios que les resultan rentables. Y además debo decir que estas nuevas editoriales están sacando libros bellísimos y eso hay que celebrarlo.

—¿La Agencia Literaria del Sur tiene sentido entonces en medio de esta crisis?

—Mira, los agentes literarios cada vez se están haciendo más necesarios, por algunos factores, pero el más significativo es el de su papel de intermediario entre el autor y las editoriales. Las editoriales, grandes y medianas, reciben un alto promedio de manuscritos diarios, y se les hace imposible leerlos, allí es donde las editoriales confían en el papel del agente literario, que ya presenta manuscritos que vienen revisados por profesionales con experiencia y que tienen claro el tema de la rentabilidad del libro.